miércoles, 23 de abril de 2008

NOBEL AL REPUDIO FINANCIERO

NOBEL AL REPUDIO FINANCIERO
Por RAFAEL RODRÍGUEZ-JARABA

Nada difícil resulta interpretar la entrega del Premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank, como una señal inequívoca del repudio que produce la desatención de las necesidades de crédito de la población más vulnerable por parte de las instituciones financieras en los países del tercer mundo.

Premiar al Grameen Bank, por desarrollar un negocio que arroja moderados márgenes de ganancia, que le permiten efectuar operaciones activas de microcrédito con cerca de 6 millones de usuarios pobres, no debería ser motivo suficiente para otorgar un galardón tan señalado como el Nobel.

El otorgamiento de microcréditos es una necesidad seria, cierta y sentida que no debería ser ni excepcional ni meritoria, ni servir de catapulta política, y menos aun, ser objeto de despliegues de sensiblería humanitaria.

Otorgar microcréditos para apalancar pequeños proyectos productivos, más que meritorio, es determinante para promover el progreso social de la población. No hacerlo, en cambio, es desatender el cumplimento de un mandato legal que resulta fundamental para promover oportunidades de progreso.

Lo que si puede resultar meritorio, es destinar un capital para irrigar crédito a los sectores desatendidos por la banca formal y mas meritorio aun, reinvertir las jugosas ganancias obtenidas aumentando el capital disponible y la cobertura del servicio a más personas necesitadas.

Por eso, no es aventurado inferir, que el Comité Nóbel Noruego interpretó el malestar generalizado de la población ante el abuso de la posición dominante, y en ocasiones, colusoria que ejercen los agentes del mercado financiero, y con el otorgamiento del premio Nobel hizo un claro llamado de atención a banqueros y gobiernos.

Como ya lo hemos expuesto en demandas y conferencias, pocas cosas le producen tanto malestar a la opinión pública, como examinar mes a mes, los siderales rendimientos que obtiene el sistema financiero, en buena medida, producto de la tolerancia estatal que permite el cobro de servicios caros y el usufructo de márgenes de intermediación exorbitantes por la prestación de un servicio publico básico para afianzar el desarrollo. Estas utilidades, en parte son obtenidas como resultado de la imperativa necesidad de las empresas de valerse del sistema financiero para dar formalidad a la administración de sus negocios.

Si bien el desarrollo requiere de un sistema financiero sólido y sostenible, la intermediación no debe ser el mejor negocio, y de serlo, se convierte en una actividad lesiva a la productividad, que desbancariza la población, agobia al sector real, desestimula la inversión y concentra malamente la riqueza.

El estado debe ser respetuoso del mercado, pero no debe tolerar prácticas abusivas que envilecen la economía. En Colombia el mercado financiero está desbordado, pero el estado no lo reconoce y por temor a mostrarse intervencionista termina siendo complaciente con sus abusos.

En la mayoría de los establecimientos bancarios, las quejas son inefables, la mala atención inadmisible, y los cobros abusivos una constante. Las autoridades financieras insisten en la autorregulación y en la observancia de los principios del gobierno corporativo, pero la aplicación de estos instrumentos no produce mejoras, los abusos se perpetúan y están acostumbrando a los usuarios a la indefensión y la resignación.

*RAFAEL RODRIGUEZ-JARABA
Abogado. Asesor Jurídico. Consultor Corporativo. Catedrático Universitario.

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